Se recomienda, ante todo, sumergir las pieles en solución conservante del 1 al 2%. Posteriormente, se extienden sobre paletas de madera, piedras o bastidores de madera y se exponen directamente al sol o en la sombra (todo dependerá de las condiciones climáticas donde se esté realizando, ya que demasiado sol o lluvia afectarían la piel).
Es importante la circulación de aire donde se estén secando las pieles, así como supervisar los tiempos correctos, pues el secado no debe ser demasiado rápido ni demasiado lento.
Para el caso de pieles demasiado grandes que deben ser dobladas para su transporte, es necesario ejecutar el doblado antes de terminarse el secado, en caso contrario puede romperse, agrietarse o dañar las fibras.
Es uno de los procesos más fáciles y económicos que existen para conservar las pieles, en el que solo se necesita un o de conocimiento y espacio.