Y aún hay un par de factores más que se le suman a esta problemática.
Uno de ellos es la falta de motivación con la que cuenta este sector para formar nuevos talentos. Con una industria limitada y atacada por la informalidad, no es de extrañar que exista una ausencia de interés por parte de la población más joven para ocupar estos puestos de trabajo. Razón por la cual vemos como una industria tradicional de calzado está en general conformada por personas en edades comprendidas de 35 a 60 años; el límite de esta población realmente ya debería ir pensando en jubilación, pero lo cierto es que son ellos los que tienen el conocimiento arraigado por experiencia tras años en sus puestos de trabajo y difícilmente lo han podido transmitir a la generación de relevo.
En otro de los aspectos nos encontramos con el gigante daño financiero que esto le hace a la economía tanto privada como gubernamental.
Para el caso de la privada, surge mediante el hecho de la competencia desleal que se refleja en los precios finales de un producto. Si un taller clandestino tiene menos gastos operativos y hace uso de materiales más económicos, aunque carezcan de calidad, es normal que sus costos estén por debajo de la media. Mientras que si una empresa legalmente registrada debe realizar mayores gastos, sus precios serán más altos para manejar un buen margen de ganancias; pero si esta última no está en sintonía con sus competidores en un rango promedio, se corre el riesgo de que el consumidor se incline por lo más económico y las pérdidas no tarden en llegar.