Su historia se remonta en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, cuando el cuero de origen animal se hizo escaso, creando así una nueva piel a base de pulpa de papel; sin embargo, los alemanes se dieron cuenta de que este material no era el más idóneo, al menos para asuntos relacionados con el calzado, pues no resistía ni a la humedad ni a las faenas del día a día. Más tarde, en el 1963, se crea un sustrato a partir de poliuretano y poliéster, el cual fue catalogado como el mejor para la confección de calzado y desde allí han ido apareciendo en el mercado variedades de cuero sintéticos perfectos para el sector zapatero.